El 23 de septiembre, aproximadamente a las 8.30 de la tarde, cuando estaba llegando a mi casa en Halandri, fui rodeado por una decena de maderos armados, los cuales, después de tirarme a la acera, me esposaron. Al mismo tiempo pude ver que por lo menos 15 personas más estaban dentro de mi casa, sacando de allí todo lo que les parecía “sospechoso y peligroso”. Uno de ellos no omitió de informarme que “así os folla el Estado”, puesto que quizás se iba imaginando que una declaración tan desarmante ayudaba en la detención. La imagen fue complementada por los periodistas, que lograron estar allí ya desde el primer momento, tan consecuentes en su papel de chivatos y a la vez jueces, consecuentes en su papel de la máquina que produce pensamientos para cada padre de familia y ama de casa pegados a la TV, incapaces de tener su propia opinión.
La detención fue seguida por el traslado a la Comisaría Central de Policía, donde, después de ser llevado a la planta 12, a la Sección Antiterrorista, me encontré desnudo y esposado mirando durante por lo menos 7 o 8 horas a un armario. Además, cada tanto aparecía también algún oficial que, gritando unos disparates al estilo de “¡eso es una guerra!”, se ocupaba de mostrarme a todo el personal que se le ocurrió pasar por esta planta. Naturalmente, ha seguido una interrogación sobre unas situaciones y movidas que no conocía y las continuas preguntas sobre unas personas que no conozco para nada u otras de las cuales soy amigo. El punto culminante llegó cuando uno de los interrogadores intentó de presionarme diciendo que “ésta planta se ha llenado de gente, pues si vas a seguir callado, todos ellos te van a meter por la garganta”. La sesión terminó y acabé en una celda 2 por 2 de la misma planta, obviamente sin tener ningún contacto con los que fueron detenidos por el mismo caso.
Quiero aclarar que, a pesar que niego los cargos por los cuales se me está acusando, en ningún caso voy a negar mis ideas, los valores que tengo ni mi identidad política de anarquista-revolucionario, no voy a negarme a mí mismo. Nuestras vidas no son determinadas por nada más que por nuestras decisiones.
Cuestionamiento. Rechazo. Ataque.
Cuestiono y desprecio el código de valores de esta sociedad.
Me niego de reconciliarme.
Impugno rabiosamente contra todo lo que nos limita, nos desprecia y nos esclaviza.
La opción es la revolución permanente e inmutable, ahora y siempre.
Cualquiera que sea capaz de entender un mínimo de la actualidad política, aunque sea solamente del modo que la presentan los chivatos oportunistas de la TV y de la prensa, puede comprender que el hecho de ponernos en prisión preventiva es el producto de una campaña electoral de un gobierno que desesperadamente busca una expiación por su fracasado término, la busca presenta nuestro arresto como el inicio del fin del “terrorismo nacional”.
Casi 2 meses más tarde, ya un gobierno nuevo sigue ésta línea y, después de instalar el régimen de una maderocracia total por todo Atenas, decide, en un gesto que despierta la memoria de otros tiempos, de poner en el juego también a los “ciudadanos tranquilos e indignados”: con las bendiciones de toda clase de políticos y periodistas pone precio de 600 mil euros a las cabezas de los anarquistas Simos y Marios Seisidis y Girgoris Tsironis. ¡Que lleguen los chivatos natos y cazadores de cabezas!
Lo que vive en la luz, vive también en la oscuridad y lo que sobrevive en la oscuridad vivirá en la luz con más fuerza todavía. El alma libre, el alma de cada revolucionario, tanto detrás de las rejas como fuera de ellas, habla de honor, dignidad y orgullo. La puerta de una celda se cierra solamente cuando la persona detrás de ella se somete, agacha su cabeza, deja de luchar.
Luchar contra todo lo que fue determinado por el viejo mundo de los virtuosos y buenos, de los tranquilos y acomodados, de los cobardes y apáticos.
Luchar y sentir alegría por la maravillosa singularidad de cada momento, por cada victoria y su gloria, por cada derrota y su pena.
Luchar y romper a la ética que mantiene vivo a un mundo muerto ya hace tiempo, romperla para darle una forma nueva en la faz de la revolución.
Liberación inmediata a los acusados junto conmigo, el anarquista-revolucionario Panagiotis Masouras y Emmanuel Giospas.
Solidaridad con los en busca y captura por el mismo caso.
Solidaridad a la perseguida penalmente Antigoni Helioti.
Libertad compañeros G. Dimitrakis, G. Voutsis-Vogiatsis, I. Nikolau, P. Georgiadis, V. Pallis
Solidaridad con compañeros S. Seisidis, M. Seisidis y G. Tsironis, a las cabezas de los cuales fue puesto el precio
Haris Hadzimihelakis